Los Fracasos de un tal Benjamín Simmons Exposición

Tras los impulsos e inquietudes que han animado en años recientes las carreras individuales de la mayoría de los ex integrantes de LaLimpia, nació la idea de reactivar una plataforma de intercambio y trabajo colaborativo entre ellos y otros artistas. Los fracasos de un tal Benjamin Simmons, Ph.D, reúne el trabajo que generó aquella experiencia.

 

Un texto curatorial procura, por lo general, recoger las premisas fundamentales que articulan una exposición. Pero esta tarea es compleja cuando la muestra es el resultado de un proceso de colaboración que generó más preguntas que certezas. Para calibrar los diálogos entablados, es importante repasar brevemente su historia.

 

LaLimpia produjo su última colaboración en 2009, después de operar como colectivo durante cerca de 10 años. Conformado por Jorge Aycart, Ilich Castillo, Ricardo Coello, Fernando Falconí, Manuel Palacios, Félix Rodríguez, Stéfano Rubira y Oscar Santillán, el grupo inició en 2001 –según sus integrantes–, luego del intercambio en el montaje de la muestra ‘Inocentes buenas nuevas’ organizada por Hernán Zúñiga en La Casa de la Cultura. En 2002, la Fundación Jefferson, el Colegio de Artistas Plásticos y la Casa de la Cultura del Guayas, organizaron un Salón Universitario de las Artes Visuales, donde participaron de forma individual los artistas que luego serían integrantes del colectivo.

 

Ese mismo año –aún sin contar con un nombre– organizaron ‘Ex-posición. Criterio alcalino para fecundar un fusilánime o asesinar a la rayuela o elija un número del uno al diez o (Que la rompa Felipe)’, primer proyecto colectivo, curada por el Ph.D. Benjamin Simmons, un personaje apócrifo creado por los artistas.

 

La primera muestra “oficial” de LaLimpia, ‘C2H6-CH3-(NO2)3’, se inauguró en abril de 2003 en la galería Madeleine Hollaender. Es a partir de entonces que los integrantes del grupo empiezan a cimentar una agenda clara que invitaba a meditar sobre las cuestionables prácticas y modelos de gestión de las instituciones culturales locales. Habían heredado ese impulso interpelante de colectivos anteriores, como La Artefactoría, de los años ochenta.

 

Ya el nombre del colectivo nos aludía a un rito purificador –una “limpia shamánica” según sus integrantes– que sugería un camino de trabajo y adeudo que partía desde lo singular. Desde el humor y la utopía, LaLimpia se adjudicó una poética capaz de movilizar preguntas sobre la existencia cotidiana particular y la realidad política y social del momento. El colectivo construyó un camino de producción que supo sortear, entre formas de señalamiento directo, el tratamiento de sucesos coyunturales y prácticas más poéticas, donde la ficción se apuntaló como una forma de auto-indagación.

 

Se puede entender a LaLimpia como la amalgama de individualidades de quienes la conformaron en sus diversos momentos. Pero el grupo también ha ido proyectando sus dinámicas colaborativas. A lo largo de los años, fue propiciando iniciativas de trabajo con actores externos. La primera fue el proyecto ‘aBLA’ (2003), una alternativa de organización junto a algunos jóvenes activistas y otros agentes culturales que contó con la asesoría del artista Saidel Brito, por aquel entonces coordinador académico del naciente ITAE.

 

Según Falconí, “el proyecto ‘aBLA’ era una especie de ejercicio de autogestión educativa que hacía uso –gracias a la ayuda de Hernán Zúñiga– de las instalaciones de la Casa de la Cultura. Recuerdo que tuvimos secciones, o divisiones de trabajo que incluían literatura, cine, pintura, música (…). Convocamos a charlas y reuniones a las que asistían jóvenes interesados en el arte contemporáneo y nos poníamos a conversar, compartir información y a ‘curar’ proyectos, obras, y a armar exposiciones, etc. (…) Fue un ejercicio de pedagogía comunitaria o algo así, a falta de instituciones académicas. Era un espacio para revisar y conversar sobre temas contemporáneos”.

 

De la iniciativa ‘aBLA’ surgieron tres muestras: ‘esCUPIDO’ inaugurada en la Pinacoteca de la Casa de la Cultura del Guayas el 14 de febrero de 2003; ‘69 Hoy’ en la Casona Universitaria, el 29 de mayo de ese mismo año, y ‘esCUPIDO 2’ en la Galería Madeleine Hollaender, el 14 de febrero de 2004. Todas lograron movilizar un espíritu comunitario caracterizado por el hacer, lo que contrastaba el letargo que invadía a las instituciones culturales del momento. No se trataba del arte, de artistas, ni de resultados constreñidos al servicio de una disciplina específica, más bien concertaba a jóvenes apremiados por la necesidad de explorar diversos modos de actuar, en medio de la urgencia de poner en manifiesto la convicción personal y representar las contrariedades de la esfera pública. Así lograron formular un modelo de organización que estimuló preguntas sobre el estado de las cosas y el involucramiento de los ciudadanos con su entorno inmediato.

 

Volviendo al presente, la muestra que ahora nos convoca surgió con la motivación de activar dinámicas micro grupales. No se pensaba en resucitar al colectivo, sino más bien en alentar nuevas posibilidades de acción entre ellos. Falconí señaló alguna vez que la dinámica operativa de LaLimpia estaba determinada por “una necesidad de asociación práctica para generar este tipo de ideas y de obras, en la que la autoría obviamente se perdía en favor del colectivo”.

 

Esta suerte de laboratorio, que se inició reuniendo registros de obras, bocetos, anécdotas y proyectos inconclusos, fue generando un fichero. Este año, los ex integrantes de LaLimpia compartieron ese archivo con ciertos amigos, a quienes les pidieron una colaboración para la muestra actual a partir de las reacciones que les generara aquella documentación: “Hemos decidido desempolvar los archivos para motivar la conversación, la pregunta, el juego, la distancia… Talvez este ejercicio pretende diluir, en individualidades, todo aquello que fue asumido como colectivo. En cuanto a la colaboración contigo, queremos desprendernos de esa vieja idea del dueño, trabajar con aquello que parecía pertenecer a alguien y ya no más”.

 

Es por ello que este experimento se concibe como un ensayo/error de un nuevo intento colaborativo, que luego de atravesar un largo proceso de dinámicas de intercambio se ha adaptado al formato de exposición. Por un lado está el diálogo con los artistas “externos” a través de los archivos, y por otro, las mesas de trabajo que posibilitaron la acción micro grupal y la producción de propuestas autorales.

 

Los ex integrantes de LaLimpia tenían la necesidad de desacomodarse de los modelos de producción desde los cuales han direccionado últimamente sus trayectorias individuales. Por ello, el espíritu de esta búsqueda fue más allá de reanimar una vez más la complicidad y la imaginación colectiva, para renovar el compromiso con el auto cuestionamiento, al que consideran parte fundamental de su práctica artística.

 

Romina Muñoz

Curadora de la muestra